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Ya estamos de vuelta a la "civilización". El grupo de montañeros, esto es, los mayores, ha pasado dos noches en la montaña realizando su curso de supervivencia. Han tenido que aguantar con lo mínimo, cocinar su propia comida, elegir los lugares para dormir... todo esto bajo la supervisión de los monitores de aire libre.
Pero por supuesto, y como cada año, la actividad estrella de esta salida a la montaña fueron los momentos de escalada y rapel. Esta vez nos habían preparado dos vías de unos cuarenta metros. La escalada no era fácil pero Sofía consiguió abrir la vía demostrando un valor impresionante y, ya que el primero que escala una pared le da nombre, la llamó "vía yo qué sé".
El rapel fue fantástico. La pared en cuestión daba, como decimos nosotros, un tanto de "uyuyuyuyuy", pero prácticamente todos consiguieron lanzarse y rapelar, incluso los que decía que no y que no. Mención especial a Víctor Puerta, nuestro cronista del día, que se lanzó por primera vez por la cuerda y lo disfrutó como un enano.
La noche bajo las estrellas también fue mágica, arropados bajo su amplio manto y viendo muchas estrellas fugaces. Al despertar continuamos con el rapel y escalada con los chicos y chicas que faltaban y, una vez finalizada la actividad, regresamos andando al campamento, donde recibieron a los montañeros entre aplausos y palabras de bienvenida.
Por otro lado, el día de ayer, mientras los mayores estaban perdidos por el monte, el resto de la acampada realizó una marcha menor para comer en un claro del bosque y disfrutar de un día en plena naturaleza. La pateada fue suave, tranquila y amenizada con canciones y juegos.
El resto lo normal, piscina, juegos y olimpiadas. La excepción a la normalidad la hemos tenido hoy con la noche del terror. Unos nazgul han entrado al campamento y han intentado atacar a una de nuestras monitoras, Alba. Consiguió alcanzarla y por la herida cayó en un sueño que tan solo podría romper un conjuro especial para el que necesitábamos de ciertos huevos mágicos multicolores que se encontraban esparcidos por el campamento. Para ello pedimos ayuda a los acampados que, armados de valor, recorrieron el recinto, hechos una piña para repeler el ataque de los nazgul-monitores, y localizaron todos los huevos.
Una vez reunidos realizamos un círculo en el centro del campamento e invocamos las fuerzas de la naturaleza para que sanara a la monitora y protegiera el lugar. El conjuro fue un éxito y Alba despertó perfectamente y el campamento quedó totalmente protegido para que todos pudieran ir tranquilos a dormir.
Y hasta aquí estos dos días. Mañana la Gran Gymkana. Hasta entonces.