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Esta mañana hicimos un rastreo que consistió en encontrar varias pistas escondidas por la montaña, pistas que nos llevarían a la fuente mágica de los druidas. En primer lugar nos separamos por casas, saliendo primero el equipo azul (Falbalá) seguido del rojo (Ordenalfabétix), del verde (Esautomatix) y finalmente del amarillo (Clarabella).
Salimos por la puerta trasera rumbo a la montaña donde encontramos un índice de las señales que nos guiarían durante el camino. Siguiendo estas indicaciones y buscando las pistas todos juntos fuimos encontrando los sobres que nos llevarían a la siguiente pista. Para superar alguna de ellas debíamos hacer diferentes bailes, disfrazarnos, etc.
Todos fuimos muy animados a la par que cansados debido al calor (42º C) hasta que, por fin, con todos los objetos que se iban recolectando con las pistas llegamos al cementerio de druidas, lugar en el que debíamos meter la mano en las lápidas para, en una de ellas, encontrar una sorpresa que a más de uno asustó. Era Diego el monitor que se escondió tras la pared y agarró la mano al osado que tanteo los huecos.
De camino a la última prueba fuimos viendo una serie de fauna y flora variada y cuando llegamos a la última pista… AGUA. La monitora María nos mojó desde detrás de unas rocas. Para entonces todos estábamos deseando volver al campamento.
Hambrientos fuimos directos al comedor donde nos esperaban unas albóndigas en salsa, ensaladilla y plátano. La cabaña 12, especialmente Kimera y Lucía, se quedó sola en el comedor por culpa del plátano… ¡Aggg!